Obligo a mis dedos a no escribir que te echo de menos. Les obligo a no escribir que te añoro y que te estoy llamando a gritos, de ese modo en que sólo tú puedes oírme. Me obligo a no pensar en tu piel, ni en tu boca, ni en tu cuerpo...
Me esfuerzo en no revivir situaciones, en no recordar con demasiada intensidad esos momentos que te robo, mientras duermes.
Me exijo no intentar oler tu olor o lo que queda de él, pegado entre los pliegues de mi camisón negro, aquel que tan poco tiempo me dejaste utilizar.
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