El azul me tapa los ojos, como una venda suave de seda fría. El azul me impregna la nariz y me llena de sal la piel. Y luego, el dorado me limpia esa sal y me cubre de sonrojo las mejillas. Y sonrío mientras soplando me despeinas y me haces cosquillitas con los rizos que ya no acierto a adivinar si son los tuyos o los míos.
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