14.7.05
De ti aprendo a oír esas voces que al sonreír me dan polvo de luz, y vuelo igual como tú...
Las tardes de verano duermen la siesta. En la calle reina un silencio absoluto, roto quizás por algún grillo intrépido, que suelta un ruidito pero vuelve a callar inmediatamente. El sol cae a plomo sobre el asfalto haciéndote pensar siempre en los aeropuertos. Y de ahí a los viajes. Y de ahí a las sonrisas naranjas. Y de ahí a los helados de chocolate. Y de ahí a los besos dulces. Y de ahí al calor. Y de nuevo a las tardes de verano. Los niños no se atreven a jugar en la calle, hasta que no sea más tarde y puedan sacar la pelota y darle patadas sin miedo a que se derrita todo y todo se parezca a un cuadro de Dalí, que ellos aún no saben quién es. En casa se debe estar bien, las tardes de verano. Con todas las ventanas abiertas y sin oír a los vecinos, que duermen la siesta. Andando descalza y bebiendo te helado. Se debe estar bien ahora en casa, oyendo canciones que dicen cosas... pasando una bonita tarde de verano...
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