18.9.06

Caricias mientras creo que duermes...

Sonríes, mientras me dices que los árboles más altos de las montañas que nos rodean tienen vértigo por estar tan cerca del precipicio.
La noche se ha ido del cielo a trocitos, olvidándose una nube negra aquí y otra allá. Empieza a oler a aquel primer fin de semana que pasamos, que parece que hacen mil años, entre bolas de colores y montañas coronadas de nubecillas de vapor de eucalipto. Pero han caído las hojas de los árboles al menos ya tres veces sobre las mismas calles, cuesta abajo. Y han amanecido más de mil cielos rosas y azul clarito. Los ciclos de la luna se han repetido más de 36 o 37 veces, así por encima. Y las olas... no he podido ni hacer una cuenta aproximada de las veces que han ido y vuelto las olas. Igual que los beso, imposibles contarlos.
Los árboles que tienen vértigo se marean un poquito más al hacer las cuentas de su tiempo. Yo también me mareo un poco con las cuentas del mío.
Pero recuerdo tu sonrisa y recuerdo a la vez que el tiempo no existe.

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