26.11.02

Horas tristes que pasan si saber que leer, que escuchar o que hacer. Esperando a que llueva, cada noche. Esperando a ver esas nubes que llenaran el ambiente de ese olor a tierra mojada. Horas tristes esperando que suene el teléfono o delante de una carta que no llega a saber escribirse de tantas cosas como hay que decir y tan poco tiempo, y tan poco espacio. Esperando que llegue la inspiración y te diga al oído, con dulces palabras, que aún piensan en ti, aunque no te llamen, aunque no te escriban, y te salgan las palabras, como antes, cuando estabamos cerca y a veces tan lejos.

Esas horas tristes son las que lleno con tu presencia, con tu recuerdo, con la invención de ti que he creado en mis sueños en horas de vigilia. Esas horas que pierdes sin tú saberlo porque no me conoces y crees que sí. Y las que pierdo yo, moldeándote a mi antojo, para que luego llegues y rompas mis esquemas. Para que quemes mis velas cuando estoy a punto de partir para un largo viaje. Y tú vengas conmigo, sin pedírtelo, sin insinuar siquiera que pueda ser de otra manera. Y renacer de mis cenizas, resurgir de la destrucción que me infringes con cada palabra tuya que no se ha hecho para consolarme.

Y partir, y no vivir más horas tristes hasta la próxima vez que me abandones, como si lo más normal del mundo fuese partir cuando más te necesito. Y no necesitar del olor de la tierra mojada hasta el justo momento de volver a sentirlo y notar cómo y cuánto lo he echado de menos. Y no tener la necesidad de esa llamada o de esa carta hasta notar que falta algo de mi misma que ni siquiera tú me puedes aportar. Vivir mis horas tristes algunas noches de soledad y lluvias.
Yo no te pido más... bueno... que vuelvas!!

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