14.7.03

Rafa me regala un cuento y yo, no puedo menos que corresponderle. Espero que te guste, amor.

Necesito saber si aún alguien puede verme.
Compro un espejo, pero no veo mi imagen en él.
Está defectuoso, no puede ser que ahora sea invisible.
Camino por las calles intentando robar una mirada.
Nadie me ve.
Estoy sola.
Rompo mi espejo en mil pedazos contra el suelo.
No es culpa suya.
Soy yo. Me he vuelto etérea e impalpable.
Desde que tú te has ido.
Paso horas mirando el teléfono.
No puedo oír. No podría oírlo, aunque sonara.
Pero veo tu cara allí donde miro.
En cada sombra, en cada rincón.
El teléfono grita que no vas a llamarme, pero yo no lo escucho.
Y dormir es peor.
Porque sueño tus besos, tus caricias, tus manos.
Y queda, sobre mi cuerpo, el frío de esas huellas que no van a volver a llenar esas noches.
El recuerdo de cada caricia es como el cauce gélido de un río que se ha secado.
Intento no llorar esas lágrimas secas, pero no puedo evitarlo.
Y lloro hacia adentro, hasta que no cabe más dolor.
Y cuando rebosa, se derrama, se excede, se sale de sus limites, cae… arrastrando a su paso todas mis esperanzas, entonces, por fin, después de ya saber que no tengo reflejo, entonces, duermo.
Duermo, el sueño inquieto de quien sabe que nada le espera mañana.


No hay comentarios: