8.7.03

Dejó sonar el teléfono mientras el agua aun corría por su cuerpo. Salir de la ducha no podía ser postergado por más tiempo. Aunque implicase dejar atrás la sensación de bienestar y calidez que la envolvía. Salir de la ducha, secarse, era como volver al mundo de los adultos. Al mundo real. Volver a las prisas de la mañana, que durarían ya todo el día, a los agobios, al teléfono y al fin de la paz. Dejó sonar el teléfono por tercera o cuarta vez, insistente. Cerró los ojos bajo el chorro suave de agua helada. Levantó su cabeza, echando su pelo hacia atrás, respiró hondo y salió de la ducha. Caminando descalza hasta su habitación donde, una vez más, dudó entre vestirse o volver a meterse en la cama.

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