24.9.03
Aun tengo tu olor pegado a mi cuerpo
Y llamas a mi puerta. Y me dices que has perdido la sombra, una vez más. Y te tranquilizo. Te abrazo suavito y te prometo que todo va a solucionarse, una vez más. Me miras con esa sonrisa grande y profunda, que sale por tus ojos tanto como desde tus labios. Entonces todo se queda quieto. Cerramos las ventanas y las puertas y te mando callar, que no hagas ruidos. Entonces la atrapamos. Es fácil. Se deja agarrar fácilmente, lo que le gusta es jugar con nosotros. Tú no sabes que no se ira nunca. Sin ti tu sombra no seria nada. Eso nunca te lo he explicado; si lo supieras tal vez nunca más vendrías a pedir mi ayuda. Es una pequeña trampa pero tú no vas a enfadarte por eso. De todos modos, cojo la sombra y la coso flojita. Tampoco te confesaré nunca que podría hacerlo de modo que nunca más volviera a escaparse. Entonces vuelves a sonreír. Y pierdes el tiempo haciendo cabriolas y volteretas, observando como te sigue, como te imita invariablemente. Ya te has olvidado de que existo. Cuando caes exhausto de tus juegos te apetece un cuento susurrado. Me llevas contigo. Voy a contarte todos los cuentos del mundo. Solo déjame que coja ese pañuelo y unos cuantos botones. Solo déjame recordarte que la ventana esta abierta incluso en invierno, pero no me hagas explicarte que hace en mi habitación esa música tan bonita y que tú no sabes cuando gusta a las sombras traviesas.
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