El olor a jazmines se aferra a la noche, como para no dejar que se escape el verano. Sopla un viento fresco y ruidoso, que se cuela por las rendijas de los sueños de los que madrugan al día siguiente. Han apagado las luces de las farolas de la calle, para que parezca más noche cerrada, altas horas. Incluso la luna, menguante, se ha escondido detrás de suaves nubes negras, que se aferran a ella, para no ser arrastradas por el viento, hacia el norte...
Miro por mi ventana y sonrío. No voy a dormir. Voy a quedarme esperando a la tormenta. Y cuando suenen los truenos más fuertes murmuraré tu nombre a penas. Susurraré que no estoy sola y dejaré que me moje la lluvia.
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