3.9.03

Pereza, aburrimiento y otras hiebas

Miraba fijamente el reloj, como si eso pudiera hacer que el tiempo pasase más veloz, más rápido, como si así pudiera hacer que fueran ya las 11 de la noche o las 3 de la mañana o las 6 de la madrugada del día siguiente. Pero, obviamente, no podía. Es más, cada vuelta de la agujita de los segundos hacia que se sintiera más perdida, más derrotada, más abandonada, más absurda, más insensata... En fin! Para lo único que le servia el paso de cada minuto era para encontrar un adjetivo nuevo para calificarse a si misma. Era tan ridícula como incierta, aquella espera. La expectación absurda de quien no sabe qué anhelar. Una combinación entre el sinsentido y la sinrazón. Un momento absurdo de pérdida de tiempo. De todos modos el reloj no iba a avanzar más rápido y sabia, desde el fondo de si misma, que si sonaba el teléfono ni siquiera se iba a levantar del sofá para preguntar, con voz lejana, quién era.

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