16.10.03

Te quiero, sobre el meridiano.

Ocupaba su cabeza, igual que las nubes ocupan el cielo, o la lluvia ocupa los charcos.
Invadía sus pensamientos, igual que el sueño invadía las madrugadas o los bostezos invadían el amanecer.
En cambio, sin embargo, era tan lejano como la primera carta de amor que se escribe en la adolescencia o como el primer beso. Lejano como todas las vacaciones pasadas o el perfume de los viejos amigos.
E igual de inalcanzable; tanto como el soplar de las velas de los cumpleaños que ya pasaron o como mitigar el dolor de las heridas viejas que nos atrevemos a creer que han cicatrizado solas.

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