17.2.04
Leréleré
El jardín no era esta vez un espectáculo maravilloso. No había destellos de sol bailando entre las hojas lánguidas del sauce llorón. Ni se derramaban los rayos yendo a parar torpemente sobre las hojas flotantes de los nenúfares. No había insectos robando el olor de las flores ni llevándose el polen en sus patas para posarse tontamente sobre todas las demás. Esta vez los flashes de los turistas no alumbraban artificialmente la viva pintura impresionista. Todo parecía indicar que la belleza estaba aletargada, hibernando, dormida... nada mas lejos de la realidad: ella estaba conmigo.
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