Anochece demasiado temprano para que le de tiempo a nadie a sentarse a la sombra de la E.
Antes, cuando el sol se ponía más tarde, veía a la gente sentadita allí arriba. Me parecía entrañable, que hubieran encontrado la ladera verde de una colina, en medio de la caótica ciudad, y más increíble aún que yo pudiese haberla descubierto, gracias a la interminable caravana de cada tarde en la vuelta a casa.
Cada día pensaba en secuestrar a la princesa y llevármela a ver ponerse el sol, sentadas muy juntas en la sombra de la E.
Ahora anochece demasiado pronto y veo a todas las letras solitarias peleándose con las sombras para dejarse ver un poco y recordar a todo el mundo que volverán a ser unas sombras muy acogedoras cuando al sol lo dejen brillar hasta más tarde.
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