27.6.05
De cómo puede hacer llorar de dulce el sol entre las hojas de los árboles
Con los ojos vendados. Y así, sin ver, he caminado por la pradera. Descalza y sin ver. Al principio fue la oscuridad, la soledad, el desconcierto... el miedo, el dolor, la incertidumbre... Pero ha ganado el sol. El sol que calentaba mi piel y suavemente me indicaba donde estaba el rumbo a seguir. Los sentidos se agudizaban, pretendiendo así suplir la falta obvia. Caminar sin ver, una metáfora de la vida, actuar sin conciencia... entonces parar, respirar, oír el viento como mueve las hojas, oír a los pájaros, escuchar a los grillos, sentir las piedras calientes bajo tus pies, la hierba fría en las sombra de los árboles. Despacio y lentamente, saboreando cada instante. En soledad, sólo con el cruce eventual de otros pasos tan medidos como los propios pasos. De pronto he sido Dorothy, caminando por el sendero de baldosas amarillas. Y que daba igual donde fueras, lo importante era estar en el camino.
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