Anochecía suavemente, cayendo un velo negro sobre los edificios más lejanos, hacia el este. Empezaba a hacer frío; no demasiado; sólo un fresco dulce, bienvenido después del largo invierno.
Las antenas de los edificios y las grúas del horizonte ya solo eran sombras.
Quietud y sopor parecían arropar todo lo que había al alcance de las manos.
Y, de pronto, todo era oscuridad.
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