18.12.02


Como siempre, revolviendo entre viejos papeles y antiguos poemas encontré unas cartas... A saber que sueños abrigaban, a saber que deseos, a saber cuánto debe haber llovido desde entonces, a saber dónde están ahora aquellas personas, a saber qué queda de sus sueños...

"Estimado Amigo Monsieur Denní,

¿Sabríais explicarme vos cómo unas palabras pueden perturbar unos pensamientos? Los pensamientos son más puros, son más libres, y me pertenecen solo a mí; mientras que las palabras, las palabras son lisas, son llanas, y son vuestras. Vos me habéis pedido que os escriba y para mí es imposible saber si voy a poder estar a la altura.

No creo poder conseguir en mi mano la fluidez que deseo para expresar fluidos pensamientos. No veo cómo voy a poder tomarlos con mis manos y menos aún cómo van a pasar a través de mi pluma hasta el papel. Mis pensamientos llegan y se van con la velocidad con que nos inunda la luz y el fulgor de un relámpago, aunque dejan una huella profunda, como el mismo trueno, retumban en mis oídos aún después de su marcha. Y cuando todo ha desaparecido, aún quedáis vos, vuestra presencia es lo que queda.

¿Pretendéis verdaderamente que os hable yo del amor? Me temo no poder complaceros, no creo poder expresarme sobre ese tema. Al parecer es con palabras dulces que ese dios se exhibe ante oídos paganos... ese dios, ¡ni tan siquiera sé si existe! Yo no sentí nunca que se me fuese a parar el corazón al ver a aquella persona tanto tiempo soñada, ni que fuese éste, mi corazón, a escapar de mi pecho latiendo fieramente al instante siguiente. No puedo explicaos si enamorarse es como tocar un pedazo de cielo; de ese cielo que es tan mío como de vos y está, a la vez, tan lejos de ambos. No sé si amar es notar que nos falta el suelo bajo vuestros pies y que eso no os importe. Yo no puedo osar hablaos de esos sentimientos de veneración profana, siempre tan cercanos a todos los límites... pero sin poder llegar a ultrapasarlos. Tal vez amar es subir al cielo para caer sin remedio al pozo más profundo del infierno. Tal vez de ello pudiese hablaos, pero nunca llegué a elevarme y, por ello, nunca caí.

Algunas noches contemplo las estrellas que me observan desde el cielo, pienso que quizás alguien más esté mirando la bóveda celeste en esos mismos instantes. Y pienso que tal vez un día yo encuentre unos ojos donde se reflejen todos los astros del firmamento en el momento de cruzar nuestras miradas. Y sé que en esos momentos no me harán falta las torpes palabras.

Muy pronto vendrá el calor sofocante de los largos días, que invitan amablemente a no hacer nada y sólo permiten dejar volar la imaginación. Habrá entonces mucho tiempo, demasiado tiempo, para pensar en cuestiones como el Amor. Habrá largas horas para pensar y largas horas para olvidar.

Se despide de vos vuestra amiga. Sabed que mis pensamientos se hayan con vos, donde quiera que vos os encontreis.

Siempre vuestra
Madeleine de Istarí"

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