29.12.03

Cobarde

Los sonidos leves, suaves, pausados... el resonar de tus pasos descalzos sobre el suelo frío, alejándose y acercándose y volviendo a alejarse por el pasillo, por delante de la puerta de la habitación. (Ponte unas zapatillas, te vas a resfriar, luego tienes mocos...)
La habitación esta oscura. Hay una vela, si, pero a penas alumbra. Y sólo me sirve para ver que no estas tumbada a mi lado. Que esta tu espacio vacío, como una parte del cuadro que falta aún por pintar.
Parece que todo esta parado, esperándote. No logro escuchar ruidos de la calle, ni de los vecinos, ni siquiera el tic-tac del reloj que oigo cada noche, cuando sólo intento conciliar el sueño.

22.12.03

Sin llaves, a las puertas del instante estoy

La calle se mojaba tras sus pasos como si una nube de tormenta la persiguiera, pero no osara tocarla. Como si las gotas frías de la lluvia a deshora no se atrevieran a mojar su cabello. Caminaba con desgana más pendiente de arrastrar sus pies que de dónde iba a situar el siguiente paso.
Los edificios crecían alrededor, encendiendo sus luces sin ritmos ni orden ni concierto. Altos y encorvados, unos hacia los otros, cerrándose en el cielo, como las ramas entrelazadas de los árboles en la selva.
Su pelo, tan negro que azuleaba, se movía al compás de sus movimientos, intentando meterse en su boca...
La noche, la temperatura y la soledad eran tan negras que aceleró sus pasos pensando que así no la seguirían hasta ninguna parte, hasta dentro, hasta si misma... sabiendo que ni de ese modo podría conseguir escapar nunca.

17.12.03

De vacaciones en la playa de tus brazos...

Debería aprender que no me necesitas; debería aprender que gracias por dejarme cuidarte a veces, pero que no me quieres como Wendy; debería aprender a no llorar tantas lagrimas frías por ese amor que no estas dispuesto a darme, nunca, porque no es ese ni tu destino ni el mío; debería aprender a darle a las cosas su importancia justa, pero contigo, no hay justicia mesurable ni amor con medida, lo siento.

16.12.03

Buscadores

Nos contó un cuento, susurrando en voz baja y nos dijo que todos éramos buscadores. Hubo gente que sonrió hacia adentro, gente que sonrió hacia fuera, gente que lloró ruidosamente y yo... que lloré tanto y tanto hacia adentro que luego casi me ahogo en todas esas lágrimas.

12.12.03

Hazte líquida, como un sueño a medio soñar

Ha sonado el despertador, pero no lo he oído.
Sigo soñando que duermo contigo, que me abrazas en sueños, suave, suave. Que has vuelto a robarme el camisón negro, además de robarme todas las fuerzas. Sigo soñando que quedan horas para abandonar tus brazos, que tal vez no tenga porque abandonarlos nunca. Sueño con palabras que susurras en mi oído, palabras que me repites cientos de veces para que no pueda olvidarlas. Y sueño con tus besos. Con las canciones del amanecer. Con los barrotes de tu cama. Con el olor dulzón que cubre tu piel desde aquel mágico fin de semana, el de las nubecitas de eucalipto. Sueño que una vez más el tiempo no existe...
Y si... ha sonado el despertador y no lo he oído. Otra vez vuelvo a llegar tarde...

10.12.03

Como el vapor de miel de tu alma al despertar...

Me despiertas canturreando por la casa. Vas llenando con tus mantras las habitaciones. Suena el agua en el cuarto de al lado, preparando un baño caliente, llenando de vapores los espejos, inundándolo todo con tu olor. Me despiertas. Entras como bailando y te acercas a mi cama (a tu cama) y me besas los ojos y me besas la boca. Y besas mis bostezos y te estiras por mí, sacudiéndome el sueño de encima. Intento alargar ese momento, ese instante entre brumas que separa el sueño de la vigilia ("como el vapor de miel de tu alma al despertar" que dijo el Maestro). Intento poder seguir soñando, pero ya estoy completamente despierta.

8.12.03

Sobrevivir al otoño

Las hojas de los árboles que han conseguido sobrevivir al otoño se mecen al ritmo de la brisa. Miro por la ventana y veo como pasan los coches, las personas y los minutos. Algunos minutos caen como las hojas que no pudieron resistirse al ciclo inalterable de las estaciones. Caen lentamente, meciéndose al ritmo de una música secreta, como posándose sobre las aceras grises donde acaban pisoteados por las prisas.

Empieza a oscurecer, lentamente, como pasan los días. Como si la luz fuese volviéndose tímida y pudorosa, como si al sol le diese vergüenza la intimidad de las sombras. Y las aceras siguen siendo recorridas por la urgencia y por la premura.

El sueño deberá ser veloz para que no perdamos mucho tiempo. Los encuentros con nosotros mismos se vuelven breves y concisos, como una cita a la que no queremos ir pero finalmente no podemos rechazar. Poco a poco dejaremos de vernos, enfriaremos el contacto y lo perderemos, como con el amigo que no lo fue realmente y del que nos separan más las ganas que la distancia.

Luego, de nuevo, volverá la luz del día. Brevemente bañará los tejados, las fachadas y, por fin, las aceras. La luz bajará a la calle, como el niño después de la merienda, con avidez y trasformando su calma en urgencia. Y será de día. Y las calles que han dormido con los ojos abiertos se pondrán en marcha como gigantes escaleras mecánicas, arrastrando a la gente hacia nosesabebiendónde.

Y volverán las tardes y las noches, los días. Y pasarán los minutos, las horas y las semanas. Y el próximo invierno podremos seguir viendo cómo algunas hojas se han resistido al otoño y se mueven con la suave brisa que se levanta al caer la tarde de un día cualquiera del frío invierno.

5.12.03

Tacones muy altos y escotes muy grandes

Ella sigue apareciendo de vez en cuando por mi cabeza, se pasea, andando despacio, con sus tacones que le impiden caminar con la naturalidad con la que ha aprendido a sonreír.
Ella ronda a veces por mis pensamientos, como si estuviese en su casa, tocando aquí y allá, moviendo algunas cosas, cambiando otras de sitio. Se introduce en mi vida, como siempre hizo, haciendo que se tambaleen mis propias convicciones, mis propias creencias, intentando aniquilar a un dios que no tengo y a unos principios que aún no están consolidados.
A veces, me escondo dentro de mi misma, me tapo con la sábana de la indiferencia, me sonrojo por dentro y empiezo a revivir cada momento que tengo de ella.
Viene y se va como lo hacían entonces, cuando yo era inocente y creí en ella como en mi misma. Viene sin avisar, precedida de unas palabras, de un olor, de un nombre que ya no le pertenece. Y se va, como siempre, cuando empiezo a acostumbrarme de nuevo a su presencia, cuando empiezo a olvidar que todo es producto de mi imaginación, se va.